Salir de ahí corriendo
«Cuando iba a la universidad, conducía por la costa de Oregón los fines de semana y me dormía en el coche cuando me cansaba. Me desperté de una siesta en el asiento del conductor, y algo no se sentía bien. El sol se estaba poniendo, y la luz desaparecía bastante rápido. Bostecé y me estiré pero, mientras lo hacía, volteé mi cabeza y vi una cara escondida debajo de la ventanilla del pasajero. Me apresuré a presionar el botón para trabar las puertas por las dudas y, debido a mi pánico, accidentalmente las destrabé durante un segundo y las volví a trabar. …
… Me quedé mirando la ventana durante unos minutos, sabiendo que había alguien agachado fuera de mi campo de visión. Al final, puse en marcha el auto y creí escuchar el sonido de un rasguño. Quienquiera que estuviera ahí no volvió a aparecer, pero eso fue suficiente para mí. Mientras me alejaba a toda velocidad y me incorporaba a la Ruta 101, eché un vistazo hacia atrás y vi a un tipo pelado con una camiseta roja y algo que le cubría la cara que se internó en el bosque al lado de la ruta. Conduje dos horas para regresar a mi dormitorio universitario con las manos fijas en el volante. De todos modos, tuve que parar un par de kilómetros más adelante para lidiar con los temblores causados por la adrenalina».